viernes, 3 de octubre de 2014

¿Enfermos del alma?





Desde que el mundo se creó, ellas son incidentalmente, inquilinos en silencio, entrañando efectos nocivos, en otras ocasiones habitantes de terror que podrían conducir  a estados delirantes y hasta la muerte. Estamos hablando de las enfermedades del alma lo cual no quiere decir que las haya solo del cuerpo o solo del alma. Es sabido que la más leve molestia física conmueve al espíritu, además que cualquier trastorno anímico afecta al cuerpo, aún sea, en el comportamiento o en el gesto.
Estamos hablando de enfermedades del alma, porque la causa del mal, no viene necesariamente por una afectación física, sino por un desorden espiritual. Por eso, los diagnósticos son especialmente complejos. El dolor físico se muestra en comparación, específicamente objetivo, una fractura en cualquier hueso del cuerpo, una lesión en la rodilla, casi no deja dudas sobre este tipo de dolencia. Pero; el malestar de ánimo, se puede esconder, disimular, camuflarse y incluso hasta someterse.

Es conocido que por pudor, tal vez por timidez, o por soberbia, hay quienes aprenden, o quieren, o pueden convivir con su mal por toda una vida. Con el agravante que pueden hacerlo llevando una vida sumida en la tristeza que aparenta ser normal. En este sentido, hay estudiosos que sostienen, que el neurótico no muestra rasgos de carácter propio, comparte con el individuo sano, todas las características de una vida normal, pero muestra diferencias en cuanto a la intensidad con la que muestran ciertas manifestaciones de su carácter.

Indudablemente, en los tiempos actuales, son más cada día, quienes son afectados dolorosamente por este silencioso mal. Que se haya convertido en una pandemia, no puede sino indicarnos fielmente el desvaído retrato, de estos tiempos de civilización en la que nos es dado vivir.
 Existen una diversidad de caretas que presentan estas patologías del alma, aunque las mismas están sumamente ligadas al carácter de cada cual. Las hay que, envueltas en un culto narcisista del yo, hacen eco con sevicia en el cuerpo: la toxicomanía, bulimia, anorexia. Otras resultan, en trastornos obsesivos compulsivos, quizá causados por una sociedad cada día más administrada, burocratizada, inhumana.

Algunas otras se manifiestan cómo; abulia, marasmo, inacción… Rostros y matices de esa enfermedad que por la distorsión cultural de nuestros días y tal vez de nuestro siglo; la depresión. Que es producida casi sin duda, por la acelerada dinámica de la vida, de unos medios de comunicación, que a cada instante se adueñan de nuestra atención, de una tecnología que nos está ahogando.
Muchos piensan que frente al indetenible avance de las imágenes, frente a las vidas colectivizadas y aparentemente plenas que se nos muestran, frente a esa realidad saturada, algunos creen que aquí no pasa nada. Luego, hace su aparición la depresión, una tristeza continua, un lentísimo paso del tiempo, la recurrencia de los días aparentemente iguales, un debilitamiento de los recursos vitales, la pobreza de los sueños y del prisma que ya no cambia de color la vida…, una vida sin estímulos, un no querer continuar. ¿Estaré presumiendo el desamor? ¡Ni si quiera lo sé!