sábado, 22 de octubre de 2011

LOS AMIGOS DE MIS HIJOS

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La vida social y las relaciones personales de nuestros hijos van pasando por diferentes etapas. Desde los amiguitos y amiguitas de los niños pequeños en sus primeros años de la escuela; después el grupo de selección –a veces un círculo cerrado- de amigos de la primaria, luego los más cercanos de la adolescencia, con quienes –como es propio de su edad- pasan de ser los mejores amigos a de repente no hablarse por un periodo a causa de cualquier conflicto importante o no, indiferentemente.

El comienzo
 
 Y llegando luego a los amigos más preciados –como hermanos- de la juventud, lo cual se prolonga incluso hasta la edad adulta. Esas amistades pueden ser las mismas de la niñez o ir variando –porque se produce la adición de nuevas amistades o se olvidan- en el discurrir de las diversas etapas del desarrollo personal. Lo que sí está a la vista y, es parte importante de la vida es; la valoración de la amistad. La cual se hace perceptible en personas concretas, quienes por diferentes vías van apareciendo en el decurso de la vida. Y, además ese valor es absolutamente personal. Nadie puede elegir mis amistades por mi y quiénes no. Es una selección y decisión enteramente de cada uno, a partir de diferentes criterios, se va decidiendo. La amistad no es un decreto, sino es algo que nace, crece y madura en nuestros corazones.

La importancia de la amistad 

Generalmente es en la etapa escolar y durante los estudios universitarios donde se van estableciendo esos lazos firmes de amistad. Es concebido y vivido por todos que; esa realidad es –en la gran mayoría de los casos- algo importantísimo para la vida de un joven o una joven. Puede llegar incluso a ser; por ejemplo, el motivo principal por el cual ir a clases y la razón para planificar cualquier actividad personal o del entorno familiar con aquello de que; si el no va yo no voy.
Es por esto que los buenos padres, recordando esta parte del desarrollo de los hijos, deben estar atentos para formarlos y, ofrecerles las herramientas, en cimentar la virtud y valor fundamental de la amistad. Sin dejar en el olvido que no pueden nunca imponer sino orientar. Luego entonces los padres con firmes valores, éticos, humanos, respetan siempre la libertad de los hijos y, les enseñan, con el ejemplo y la palabra, la responsabilidad de las decisiones que se asumen. En ese papel orientador, sobre el valor de la amistad, los padres pueden tomar en cuenta los siguientes consejos:

Somos diferentes

-Todos somos distintos. Por supuesto es así, entre los hijos propios y sus amigos. Es una idea fundamental para tener en cuenta al conocer a las nuevas amistades de los hijos. Es en la diversidad donde se desenvuelve la vida y no se puede olvidar. –Enseñar el  respeto hacia todos aquellos con que se comparte la cotidianidad. De hecho el ser distintos o poseer cualidades diferentes –o quizá defectos- no hace inferior a los demás. La amistad será verdadera  y sincera si parte del hecho cierto de no discriminar a nadie. Enseñar con ejemplos y consejos que existirán amigos más cercanos, pero sin excluir a los demás. El respeto a los demás pasa por evitar en lo posible no caer en chismes, dimes y diretes.
Hay que recordar que la verdadera amistad no es solo recibir, sino principalmente darse a los demás desinteresadamente. Ayudarles a entender ese mundo diverso de personalidades y de circunstancias que existen, para no encasillar a los amigos por lo que me han hecho o dejado de hacer. Reconocer que algunos hijos serán más líderes y tendrán mayor capacidad de influir en otros. Esto no es ni malo ni bueno, sino una cualidad que debe ser educada para no llevarse a los demás por delante, ni dejarse arrastrar ciegamente por otros. Expresando propiamente su personalidad, buscando siempre el practicar el bien y evitar lo que no es correcto.

El papel de los padres

-Los padres prudentes y preocupados, siempre sabrán con quien y donde andan sus hijos. Con discreción encontrarán maneras de conocer el entorno familiar y las actitudes de los amigos de sus hijos. No para controlar o prohibir, simple y llanamente para orientarlos con respeto, logrando que tengan un sano criterio de conocer y elegir con quien están, manteniendo así unas sinceras y mejores amistades.
Finalmente, los amigos de mis hijos son sus amigos. Pero a mis hijos si les puedo y debo enseñar el valor de la amistad para que sean amigos verdaderamente y no una calamidad. 




                                                                                                                   


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